El discernimiento del problema fundamental, de acuerdo al vedanta

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Por Swami Dayananda Saraswati

El siguiente artículo está extraído del libro “Studies in Non-Determining Psychology”, editado por el Dr. Gerald Epstein y publicado en 1980 por Human Sciences Press de New York.

Hay un palabra en Sánscrito, mokṣa, que significa liberación. Y aquel que desea liberación es llamado mumukṣu. Buscar liberación es diferente que buscar una solución a un problema específico. Esencialmente, liberación es ponerle fin a todos los problemas por medio del conocimiento de la esencia verdadera del problema, como dicen las upaniṣads: “jñanam eva mokṣa”  — “sólo el conocimiento es liberación”. Este conocimiento es el conocimiento de uno mismo, que es revelado a través de la enseñanza de estas upaniñads, también conocida como Vedanta.

Si existe algo tal como la liberación total de todos los problemas y tristezas de la vida, y si uno no necesita nada más que simplemente conocer algo, ¿por qué no somos todos y cada uno de nosotros mumukṣu?

Ser un mumukṣu requiere cierto reconocimiento, cierta apreciación de la situación de uno mismo en el mundo (a la cual uno puede llegar por uno mismo ó puede ser guiado por otra persona). Esto involucra una apreciación objetiva peculiar de un problema que es universal.

Nosotros siempre tendemos a pensar en términos de nuestra situación específica… en términos de una situación. Un mumukṣu es uno que ha comenzado a discernir y cuestionar la situación. Esto cambia drásticamente su visión de los fines que él desea lograr y de cómo solucionar el problema.

Hay dos maneras de encarar una situación en la cual yo deseo lograr un resultado: conocer (determinar) el fin que deseo obtener y de acuerdo a ello adoptar un medio (instrumento) adecuado y apropiado, o conocer la naturaleza del problema y por consiguiente conocer la naturaleza de la solución. Esto no es gran sabiduría sino sentido común. Si yo quiero ir a la China, yo sé que hay una serie de requisitos (medios) que debo satisfacer para obtener ese fin. Una vez que estas cosas son conocidas, mi vida toma un rumbo. Los problemas o deseos, no importa cuán desagradables o perturbadores, quedan reducidos a medios y fines. Y esto está claro.

Pero uno no encuentra la situación en la vida tan claramente definida. Es decir, yo deseo obtener algo (un objeto, un lugar, una situación, un estado mental ó situación particular). Yo adopto lo que parece ser el medio apropiado, pero obtengo un resultado que no parece ser el deseado, siendo dicho resultado deseado algún tipo de satisfacción. Si yo estoy hambriento y sacio mi hambre comiendo, yo debería obtener la satisfacción de tener mi hambre saciada. Si yo encuentro la solución a un problema que me está preocupando yo debería estar satisfecho. En algún momento, después  de haber realizado los esfuerzos apropiados, yo debería cesar de estar insatisfecho. Si ese no es el caso, habría dos preguntas razonables para cuestionarme: ¿tengo en claro el resultado que deseo obtener?, ¿tengo en claro el problema que deseo resolver?

Desde este simplísimo punto de partida es de donde nosotros comenzamos el cuestionamiento vedántico, para determinar la naturaleza del problema que debe ser resuelto.

Eso, a su vez, revelará la naturaleza de la solución. También podemos encararlo desde otro punto de partida: determinar cuál es el fin que realmente perseguimos, lo cual determinará los medios necesarios, y luego comenzamos el cuestionamiento simplemente descartando los detalles accesorios y centrándonos en las ansias de buscar y de resolver en sí mismas.

Todos los problemas y búsquedas del hombre se generan en su mente. No obstante, este es el gran merito de la mente humana, su capacidad única de cuestionar la naturaleza y significado de las cosas, de razonar, de analizar, de apreciar sutilezas, de imaginar, de conceptualizar, de llegar a conclusiones, de hacer elecciones. Un animal hace un mínimo de elecciones regidas por sus instintos innatos y de supervivencia. Por ejemplo, una vaca instintivamente sacia su necesidad de alimentación comiendo pasto. No delibera y después decide ser vegetariana. Tampoco insiste en que la única forma de preparar el pasto es con una salsa especial tipo “gourmet”. Los instintos de un animal le permiten perpetuar su vida y una parte de esas ansias de sobrevivir es una atracción hacia aquello que mantiene y mejora su supervivencia y un rechazo hacia aquello que es doloroso y que la amenaza. De la misma forma, el hombre desea que su cuerpo con sus sistemas varios sobreviva y funcione sin dolor, ni enfermedades, ni situaciones que lo amenacen. Estas necesidades naturales del cuerpo deben ser satisfechas para que el sistema continúe funcionando.

Ahora bien, el hombre tiene un intelecto, una facultad de pensar, y la mera supervivencia de su cuerpo no hace su vida completa. Él no sólo desea continuar viviendo, sino también vivir de una forma en particular. Así como el hombre busca naturalmente proteger su cuerpo a través del sustento de su energía vital, de la misma manera también busca satisfacer las necesidades naturales de su mente. Y siendo la mente un instrumento de razonamiento, la misma buscará cierto grado de claridad. La mente fluctúa, varía y cambia pero aún así no le gusta ni la confusión ni la ignorancia.

Quiere darle sentido a las cosas, entender y saber. Desea sentirse a gusto con sus pensamientos y actitudes, sentirse en su ambiente “como en su casa”.

Esta mente del hombre lo hace “autoconsciente”, “auto-conocedor”. Siendo autoconsciente, no puede evitar percibirse a sí mismo como una persona deseosa, un buscador. Es decir, la esencia misma de la vida del hombre es que persigue fines. En cualquier momento de la vida de un hombre, encontramos que la vida que él lleva no es sino una expresión de deseos. Si bien el deseo especifico varía de persona a persona, lo que no varía es: “yo deseo”. Es un deseo sin cualidades. Teniendo una mente que es auto-consciente, el hombre aprecia la carencia, algo que le falta en sí mismo. Siendo su mente un instrumento de razón, el hombre observa su deseo sin cualidades y, de acuerdo a su conocimiento y a sus valores, lo califica.

El Deseo Fundamental

Lo que el hombre realmente desea es estar libre del deseo. Decir “yo deseo” es en realidad decir “yo no quiero tener deseo alguno”. Pero uno no puede impedir el desear, porque siendo autoconsciente uno es consciente de su propia carencia de plenitud. Y esta sensación de carencia se manifiesta a sí misma a través de la búsqueda de diferentes fines. Y esto no es algo que uno adquiere o aprende con el tiempo; un bebé también desea. Puede no saber exactamente lo que desea, pero además de simplemente querer vivir, también desea aquello que lo hace sentir bien, feliz, seguro, etc.

Por lo tanto, encontramos que además de la necesidad básica de sobrevivir, parece haber otra necesidad básica que se manifiesta en la mente. Ella es la tenencia de cosas que hacen a nuestro propio bienestar. Se puede definir diciendo cosas tales como: “yo deseo sentirme pleno, completo, adecuado, realizado, feliz, autocontrolado”. Cualquiera sea la forma en que uno expresa esto, significa la misma cosa. Y al contrario que todos los deseos desarrollados para fines específicos que uno acumula con el tiempo, este parece acompañarnos desde el nacimiento. Nadie necesita que le digan que estar satisfecho, feliz, etc., es algo deseable.

Esta necesidad de estar satisfecho, completo, etc. no es una característica peculiar de algunas personas, sino que es común en todos los seres humanos de cualquier época. Está implícito en toda acción que trasciende la mera supervivencia instintiva del cuerpo. Es, en realidad, El Deseo que está detrás de todos los deseos calificados, el Deseo Fundamental, el Deseo Madre, porque es aquél que da nacimiento a todos los deseos y motivaciones. Uno puede elegir vestirse de una determinada forma, comprar una casa de veraneo, conseguir un trabajo mejor, tener una pareja,  deshacerse de los malos hábitos; ¿por qué? No por la cosa en sí misma sino por uno mismo, por lo que su obtención representaría para uno mismo. Este es El Fin que uno realmente persigue.

¿Qué significa decir que yo deseo estar realizado, sentirme pleno, adecuado, etc.? Significa ser yo-mismo. Ese yo-mismo que yo adoro ser, vivo para ser y busco ser en todos los fines que persigo. Esa plenitud que yo busco, ¿podría ser algo limitado… algo relativo? Si aquello que yo estoy buscando es en realidad un objeto específico, entonces de hecho yo estoy buscando un fin limitado. La plenitud que uno busca no puede ser limitada, porque una plenitud que es limitada depende de otros factores para su sustento y por lo tanto es incompleta. Y es en esta dependencia donde se apoya nuestra falta de plenitud. Lo que uno desea es ser libre de este tipo de dependencia. De otra manera el bienestar propio está a merced de condiciones que de por sí están sujetas a cambio en bases a otras condiciones y por lo tanto, si detrás de todas las búsquedas y luchas lo que uno realmente buscaba era otra situación (otro estado de las cosas), que es tan incompleta como la que uno vive al presente, entonces no tendría sentido ni se pondría energía en búsqueda alguna.

El Problema Fundamental

Lo que nosotros hemos discernido en forma tanto lógica como experiencial es que, íntimamente, lo que el hombre busca es ser libre de limitaciones. El hombre quiere un fin que no finalice. Tal vez nosotros no hemos utilizado los medios apropiados. ¿Puede existir un medio que resulte en un fin ilimitado?

Para obtener aquellos fines que uno aún no ha logrado hay una variedad de medios disponibles en el mundo. Entre cualquier fin a ser obtenido y aquel que desea obtenerlo siempre hay una distancia, una separación en términos de tiempo o espacio. Y para salvar esa distancia uno debe aportar el esfuerzo apropiado, sea este físico o mental. Pero entonces lo que uno puede producir con esfuerzo será siempre limitado, porque el esfuerzo en sí es limitado. En este mundo, debido a las leyes inherentes a cualquier acción, nosotros sabemos que lo que obtenemos es limitado. Sin embargo, ¡lo que buscamos no lo es! Es en realidad una situación sin salida, y es matemático: yo soy limitado y voy en busca de algo que es limitado utilizando medios limitados. Inseguro más inseguro es igual a inseguro. Incompleto más un millón es igual al mismo incompleto. Dadas dos cantidades finitas tales como uno y un millón, entre cualquiera de ellas y el infinito existe la misma distancia. Es por eso que para descubrir el Fin que uno realmente busca, se debe llegar al Problema que uno realmente enfrenta, siendo ese: no puedo evitar mi búsqueda de plenitud, sin embargo no hay nada disponible a través de lo cual pueda obtenerla.

Esta es la visión de un mumukñu. Y si bien en la misma puede haber desesperación, no es una posición de autocondena sino de apreciación de uno mismo, ya que la misma es la naturaleza de la solución.

En ese momento, sin embargo, todavía parece haber sólo una alternativa. Parece que nos hemos acorralado a nosotros mismos y la única solución concebible que queda es renunciar a este deseo de plenitud y aceptar el hecho de que la vida sólo consiste de logros limitados y relativos. Después de todo, sabemos que cualquier deseo que uno adquiere puede ser descartado por maduración a través de un cambio en los valores, la educación, la perspectiva, o simplemente estando dispuestos a abandonarlo al saber que es una imposibilidad. No obstante que la satisfacción de esta necesidad (de plenitud) parecer ser imposible, y como mencionamos anteriormente, la misma no es algo que uno adquiere con el tiempo. Tal como uno no puede renunciar a la necesidad de nutrir el cuerpo, uno no puede renunciar a la necesidad de sentir plenitud y felicidad. Si no, ¡inténtelo!

Y esto es lo que lo convierte en el Problema Fundamental. Es algo natural y lo que es natural es significativo. Siendo un problema natural, debe haber una solución como la hay para necesidades naturales, tales como el hambre y la sed. Por otra parte, todo aquello que es naturalmente nuestro es siempre bien aceptado. Por ejemplo, nadie se queja de que “mis ojos ven”. Nadie se enoja porque los globos oculares están en su lugar. Pero si hay una pequeña basurita en el ojo, naturalmente no la soportamos. De la misma forma, nadie quiere sentirse inadecuado, infeliz, incompleto. Todas estas son condiciones que la mente no puede aceptar. Quiero  quitármelas  de encima. ¿Por qué?, porque son intrusos. Si no son naturales, de ello se desprende entonces que yo soy lo opuesto a aquello que no puedo soportar. Es decir que para mí es natural estar sin ellos.

Por lo tanto, naturalmente yo procedo a trabajar por aquello que es mi propia naturaleza y a desprenderme de los intrusos. Lo que esto significa es que si yo no puedo soportar la tristeza y la agitación mental, entonces mi naturaleza debe ser felicidad y tranquilidad. Si así no fuera ¿por qué no podría yo soportar la tristeza? Si la tristeza fuera mi naturaleza, yo debería poder convivir con ella. Pero es un intruso, como un virus. Por lo tanto, todo lo que yo busco es mi propia naturaleza. Pero entonces, si esto es así, ¿por qué no la encuentro? Uno no puede no encontrarse a sí mismo. No obstante, si continúo no encontrándola y comienzo a buscarla con incontables planes y esquemas, haciendo innumerables cosas para obtenerla… yo diría que la búsqueda nace de auto-desconocimiento, auto-ignorancia.

El problema está ahora completo. Y es un problema de naturaleza distinta, porque el Fin es de naturaleza distinta. Es decir, lo que quiero obtener no es algo que está separado de mí, no es algo que es distinto de mí, no es algo que debe ser logrado. Lo que quiero lograr es lo que quiero ser y eso que quiero es yo-mismo. Por lo tanto los medios para tal fin deben ser de una naturaleza distinta de aquellos que involucran esfuerzo, cualquiera sea la intensidad del mismo.

¿Significa esto que uno llega a ser completo sin acción alguna? Sí, pero entonces el término “llegar a ser” no tiene significado en este caso, porque en todos los casos llegar a ser implica un cambio y todo cambio implica una limitación. Si sin “llegar a ser” yo debo “llegar a ser” entonces resulta claro que lo que nosotros perseguimos es la Obtención de lo Ya Obtenido (el logro de lo ya logrado). Es por causa de esto que la búsqueda siempre parece estar envuelta en un misterio. Porque lo que uno busca está oculto en el más oculto de los lugares… en la misma persona que busca. Entonces por el mero hecho de buscar, uno está negando lo que es buscado, porque uno solo puede buscar lo que es diferente del que busca. Si lo que uno busca ya ha sido obtenido pero uno es ignorante del hecho, el único medio para obtenerlo es conocimiento. Por ejemplo, yo estoy buscando mis anteojos que yo mismo he colocado inadvertidamente sobre mi cabeza. Todo esfuerzo será en vano. Simplemente “yo no sé” que ya los tengo. Dicho conocimiento me otorga la posesión de los anteojos. El que busca y el Fin buscado son idénticos. El problema no es nada más que ignorancia. Por lo tanto la solución solo puede ser conocimiento. Si existe una cosa como auto-desconocimiento, auto-ignorancia… entonces existe una cosa tal como autoconocimiento. Esto es lo que el mumukṣu busca y eso es Vedanta.

Autoconocimiento

Cuando hablamos de autoconocimiento (el conocimiento de uno mismo), tenemos que identificar quién es ese “uno mismo”. ¿Qué queremos significar cuando decimos “yo”? Es una ironía que la palabra “yo” no tiene un objeto definido; cualquier otra palabra genera un concepto u objeto conocido en la mente. Diga la palabra vasija y el correspondiente pensamiento con la forma del objeto “vasija” aparece. Así es como funciona el lenguaje. Si yo escucho la palabra “vasija” y veo una “valija” ustedes dirían que mi conocimiento es erróneo. Y si yo no veo nada ustedes dirían que soy totalmente ignorante del objeto “vasija”. Y si yo uso la palabra “gagabugai”, una palabra sin sentido ni significado, la uso como tal, no para connotar algo en este mundo.

Así que, ¿quién es este “yo”?, ¿quién es este que siento tan íntimamente … ¿quién es “yo-mismo”? Parecería ser ese yo que es infeliz, que no puede integrar su vida, que quiere alcanzar su potencialidad, su capacidad, que desea una relación que tenga sentido, que no desea sufrir y que, ahora, quiere conocerse a sí mismo. Quiero dirigirme a este “yo”, quiero ver a este “yo” ¿quién es él?

Mi experiencia es que yo estoy aquí como un ser consciente y que todo lo demás es el mundo. Nosotros podemos reducir la creación completa a dos factores: uno es el sujeto, y el otro, el objeto. Cualquier cosa que yo puedo objetivizar es un objeto y aquel que objetiviza es el sujeto. “Yo” no me hallo en un objeto porque el objeto es algo que “yo” distingo. Y cuando digo objeto no tiene porque ser siempre un objeto tangible, sino que también puede incluir cosas intangibles que nosotros apreciamos y llegamos a conocer. Por ejemplo, yo estoy consciente del tiempo y del espacio, que no son cosas tangibles pero que sin embargo están en mi esfera de conocimiento y son objetivizables. Mientras que es un hecho perfectamente aceptable que yo soy el sujeto y que como sujeto yo no me hallo en ningún lugar de este mundo como un objeto de mi conocimiento, uno tiende a concluir que yo, el sujeto, soy el cuerpo físico. Pero entonces, tendemos a pasar por alto el hecho de que el cuerpo físico también es un objeto. Yo conozco mi cuerpo y todos sus rincones. Pero como el sujeto y el objeto son siempre dos entidades diferentes, como el conocedor de algo es distinto de aquello que él conoce, entonces yo no puedo ser el cuerpo físico. En forma similar, si trato de atribuir la identidad de “yo” a cualquier función o sistema del cuerpo, ello resulta en la misma relación sujeto-objeto, conocedor-conocido.

Si yo no soy ni el cuerpo físico, sus órganos de los sentidos, el sistema fisiológico, ni cualquiera de los roles relativos que desempeño, entonces ¿qué queda? “Yo” debe ser la mente. ¿Qué es la mente?” ¿Es el cerebro tangible? El cerebro en si es un objeto. Los pensamientos de la mente son objetos. Cada percepción, conclusión, duda, etc., es conocida como un objeto. Y además, un pensamiento cualquiera no puede ser “yo”, porque cuando el pensamiento se va, de alguna forma “yo” permanece. Así que aunque diga “Yo estoy inquieto”, “Yo estoy tranquilo”, me estoy refiriendo a condiciones que pertenecen a la mente. Los pensamientos vienen y van pero yo todavía estoy aquí. Antes de que el pensamiento llegue, mientras el pensamiento está, y después de que se va, definitivamente yo estoy presente. Y eso significa que yo soy independiente del pensamiento.

En sánscrito llamamos al total de la mente con todas sus varias funciones antaḥ-karaṇa. Karaṇa significa instrumento. Es decir, la mente es un instrumento capaz de darme conocimiento, fantasias, memorias, emociones, problemas. Siendo un instrumento, necesariamente debe estar manejada por otra cosa o algo más que es diferente de ella, como cualquier otro instrumento (el telescopio no ve a través de sí mismo). Por lo tanto, “yo” no puede ser la mente.

Uno tal vez podría decir que lo que es diferente de todo esto es ignorancia. Pero aún la ignorancia es un objeto. Yo sé lo que yo sé, y yo también sé lo que no sé. (Yo sé, por ejemplo, que yo soy ignorante del idioma ruso.)

Por lo tanto si uno analiza… uno debería decir: yo existo y yo sé. Yo no soy sino el conocedor de todas las cosas. Las cosas que conozco varían, pero todo el tiempo yo soy aquel que conoce. Pero aquí, tenemos que ir un paso más allá, porque, si yo soy el conocedor de todo esto, yo soy dicho conocedor sólo cuando ese algo es conocido por mí. Es decir, con referencia a las cosas conocidas yo soy el conocedor. Si yo reduzco la identidad de “yo” a la del “conocedor”, ¿qué significa esto?” “Yo” es aquel que conoce, que está consciente de”. Yo soy el “concientizador”. El significado de la palabra “yo” es conciencia pura, sin cualidades. La sílaba “dor” se agrega a “concientiza” para significar “aquel que concientiza” y también es un nombre relativo. El “yo” que quiero conocer es aquel que no está relacionado con las cosas, y eso sólo puede ser la naturaleza del conocedor, del concientizador… que es Conciencia. Y esta conciencia sin cualidades es el significado de la palabra “yo”. Si uno localiza “yo” en cualquier lugar que no sea el sujeto, el sujeto fundamental-conciencia, uno comete un error.

La conciencia está en el cuerpo. La conciencia está en el pensamiento. Pero la conciencia también es, independiente de ambos. Ambos dependen de la fundamental-conciencia  conciencia-fundamental para su existencia, pero la conciencia no depende de cosa alguna. Es autoexistente, autoevidente.

Una vez que yo sé que soy esta consciencia, soy libre de todas las posibles limitaciones que jamás pueda sufrir.

Uno busca felicidad y considera que la felicidad es un estado mental… una experiencia, y que por lo tanto viene y se va. Y aún así, uno debe trabajar, luchar y atesorar para un breve momento de deleite. Se dice que el “yo” que uno llega a conocer como uno mismo a través de esta enseñanza es ānandā (plenitud). Porque siendo el ser la conciencia sin forma, no tiene límites, ni cualidades que lo circunscriban y no puede ser sino plenitud, felicidad. Debe quedar en claro que plenitud no es la cualidad de un objeto externo… ni interno del cuerpo físico. Cuando tengo un momento de felicidad, yo simplemente estoy conmigo mismo. En ese momento la mente no está deseando. Dado que eso coincide con la obtención de un fin deseado se lo atribuimos al objeto. Mientras que es la ausencia en sí de cualquier deseo o proyección lo que permite a uno ese dorado momento de estar con uno mismo.

El ser al que se lo refiere como aquello que es cit (conciencia) y ānandā (plenitud) también se lo refiere como aquello que es sat (aquello que siempre es, que nunca es negado).

Enseñanza Vedántica

Mostramos al comienzo que todas las necesidades y búsquedas del hombre, si se reducen a sus formas fundamentales, estarían expresadas en el deseo de vivir y de vivir felizmente, y de estar libre de ignorancia. Cuando la enseñanza presenta en forma apropiada la naturaleza del ser, su identidad queda revelada como sigue:

SAT –   Existencia que nunca es negada.

CIT –   Conciencia pura.

ANANDA –   Plenitud, sin límites.

Todo lo que uno busca es exactamente uno mismo. Resulta irónico.

Si conciencia pura es el significado real de “yo”, entonces “yo” no es un personaje con historia. Todos los problemas que a uno lo aquejan pertenecen al personaje histórico, al yo relativo, al que ha sido erróneamente identificado como “yo”. Es algo así como un actor quien, personificando el papel de un mendigo, lleva consigo a su hogar el hambre y la pobreza del mendigo, una vez finalizada la función. En realidad todos los problemas pertenecen a aquello que es el objeto de conocimiento y no al sujeto, que es el testigo de ellos. Es algo así como observar una escena de tráfico congestionado y decir “yo estoy congestionado”. Sin embargo nosotros observamos el tráfico del flujo de pensamientos y asumimos sus diferentes condiciones. Estos problemas pertenecen al objeto, no al sujeto. Esto es algo realmente objetivo. Un hombre sabio, un ser libre (o como se lo quiera llamar), conociéndose a sí mismo como pleno y completo, no depende de una situación, condición o cosa para estar completo. Podría decirse que él es un Maestro de sí mismo porque él conoce la verdad de sí mismo. Al conocer la verdad de sí mismo, naturalmente llega a conocer la verdad del mundo… de los objetos de conocimiento. El problema que él originalmente tomó como cierto y por lo tanto necesitaba solucionar, lo ve ahora como perteneciendo a un personaje falso. El sabe que “Yo soy aquel que le da realidad a ese personaje… yo no tengo el problema… yo soy tan pleno y completo que nada se me puede agregar o sacar”. Esto es ver a uno mismo y a la vida tal como son. Solo entonces un problema limitado puede ser encarado como tal.

Vedanta ha sido siempre una tradición oral, transmitida de maestro a estudiante. Se lo conoce como un pramāṇa, o instrumento a través del cual aflora el conocimiento. Dado que es una tradición oral requiere de un maestro que maneje las palabras y revele el significado más allá de las mismas. Decir “Usted es completo… Usted es ilimitado” es una cosa, hacer que el estudiante Vea lo que eso realmente significa es otra.

Si eso no es logrado las palabras simplemente se transforman en un nuevo condicionamiento. Por lo tanto dado que el tema es tan singular, dado que no es un objeto ni  un concepto pero sin embargo está innegablemente presente, la transmisión del mismo requiere un manejo muy especial. Las palabras deben ser definidas elaboradamente para que lo que se quiere significar sea lo que se recibe. Debe haber malabarismos de paradojas, manejo de ilustraciones y definición de contextos para que pueda apreciarse el significado implícito de las palabras. Para esto se necesita un maestro, porque él conoce tanto la verdad como también la metodología para revelarla.

Finalmente, aquel que se acerca a esta enseñanza lo hace con una actitud particular. Siendo un mumukñu, en cierto grado ha discernido la naturaleza del problema, y por lo tanto hay una receptividad, una disposición hacia lo que el maestro enseña. Lo que se busca es, muy simplemente, La Verdad. Esto distingue a esta enseñanza de todos los otros tipos de aprendizaje y métodos de resolución de problemas. Y encontramos que en el proceso de aprendizaje en sí, hay un amor y una confianza que nacen del alivio de descubrir el medio para aquello que uno realmente desea obtener. El maestro no es una autoridad sino la llama de una vela que encenderá a otra.

Por lo tanto este conocimiento brinda al ser humano el fin que estaba tratando de obtener a través de todas sus búsquedas y problemas. Él ve la verdadera naturaleza del “dueño” del problema y la verdadera naturaleza del problema en sí.

(Traducido por Eduardo A. Di Tomas y Cristina I. Gauna)

  1. Hinduismo.eu dice:

    Gracias por el aporte! un saludo.

  2. pablo dice:

    Estupenda lectura, gracias por ponerla a nuestra disposición.

  3. Pedro dice:

    Gracias por el envío. Ha resultado una lectura interesante y esclarecedora.

    Un abrazo.

  4. Hera dice:

    Gracias por poner a nuestra disposición lecturas que iluminan el sendero del aprendizaje.

  5. olga dice:

    Gracias por el texto enriquecedor,muy claro y provechoso.

  6. olga dice:

    gracias otra vez por los hermosos textos que me envias.

  7. Maria Gianulis dice:

    Excelente artículo, muy explícito para entender el verdadero ser y separarlo del apego al ego. Saludos.

  8. Jñaneswari dice:

    Que bueno que en este mundo siga estando habitado por almas iluminadas y compasivas que siguen compartiendo sus conocimientos y experiencias.

    Gracias por tu tiempo y tu sabiduria Oscar, un saludo.

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