La catástrofe de Uttarakhand en La India.

Os dejo este artículo escrito por nuestro amigo Álvaro Enterría sobre las inundaciones sufridas en el norte de la India que han devastado sitios de peregrinación y espiritualidad muy queridos por los que nos consideramos parte del Hinduismo.

A mediados de junio de 2013, una gran catástrofe se abatió sobre una zona de los Himalayas. Es asombroso que esta tragedia apenas llamara la atención de los medios de comunicación españoles.

El 16 de junio, una gran cantidad de lluvia cálida cayó encima de Kedarnath, a más de 4000 metros de altura. Por efecto de la lluvia, una gran cantidad de hielo de un glaciar se derritió, precipitándose sobre el templo de Kedarnath. El templo resultó indemne, pero las construcciones a su alrededor fueron barridas. En todos los ríos de la zona, inmensas riadas arrastraron todo lo que estaba a su paso. En plena temporada de turismo, varios miles de personas murieron y varios miles más quedaron aisladas. Más de dos semanas después aún siguen los trabajos de rescate. Frente a la ineptitud del gobierno para hacer frente a esta emergencia, ha destacado el gran trabajo que ha hecho el ejército, que rescató a más de 90.000 personas. Los daños materiales son inmensos, y se necesitarán varios años para recomponer la zona.

El estado indio de Uttarakhand contiene una gran cantidad de templos y lugares de peregrinación. Durante la última década, el “turismo espiritual” interno se ha multiplicado por diez. La clase media india combina religión y vacaciones en las montañas, fuera del calor agobiante de las llanuras; a éstos se suman los turistas extranjeros. Todo esto hace que el estado reciba (la mayor parte en los meses de verano) 26,8 millones de turistas, frente a una población local de 11 millones. Para hacer frente a esta avalancha, hoteles sin número, caros y baratos, se han construido, a menudo ilegalmente, en lugares peligrosos como los bordes de los ríos. El tráfico motorizado se ha multiplicado por diez en los últimos siete años. En los años anteriores, varias voces se habían alzado para prevenir de la posibilidad de una catástrofe, pero no se hizo nada: el gobierno del estado estaba muy contento con el dinero que fluía y daba trabajo a la población local.

Por otro lado, la deforestación es galopante, se construyen cada vez más carreteras (a menudo al borde de los ríos), se da carta abierta a empresas de minería y se aprueban innumerables proyectos hidroeléctricos, enormes presas o pequeñas turbinas que necesitan sin embargo que el agua se saque de su lecho para ser llevada en túneles subterráneos. En total, el 70% del agua de la región está en manos privadas. Todo ello alegremente y sin estudios serios de impacto ambiental, y especialmente, de su impacto conjunto y convergente en una zona frágil y de alta peligrosidad sísmica. Hay que tener en cuenta que el Himalaya, la más joven de las montañas del planeta, continúa creciendo.

Esta ha sido la mayor catástrofe en India desde el tsunami de 2004, y representa una llamada de atención para India y para el resto del mundo. El calentamiento global es más perceptible en el Himalaya que en otras regiones. Y la actividad humana, motivada sólo por ganancias a corto plazo, no hace más que empeorar las cosas. Según Maharaj K. Pandit, director del Centre for Interdisciplinary Studies of Mountain & Hill Environment en la Delhi University: “El desastre fue provocado por acontecimientos naturales, pero la catástrofe —la trágica pérdida de vidas humanas— fue provocada por el hombre”.

La calamidad que se ha abatido sobre estos lugares de peregrinación y sobre tantos peregrinos ha causado muchas interpretaciones religiosas: la catástrofe sería una respuesta a la comercialización y banalización de los tirthas (lugares sagrados), unos lugares alejados del mundo en plena naturaleza, a los que antes se acudía con gran devoción a lo sumo una vez en la vida. Y, quizás, una respuesta de Alaknandá y Mandakiní, los ríos que forman Gangá (el Ganges), frente a los intentos de encerrarlos en presas. Para construir una inmensa presa en Srinagar, el gobierno quería desplazar el templo de Dhara Devi, una forma de Kali. A esto se opusieron muchos líderes religiosos, pues el emplazamiento de los templos no es casual, y éstos no pueden ser trasladados sin más a otro lugar. El gobierno desmanteló el templo de Dhara Devi justo el día anterior a la catástrofe. Las diosas hindúes, como la Naturaleza, tienen dos facetas: amorosas y maternales, pero también, cuando se las irrita, terribles y destructoras.

Por otro lado, en un paralelismo digno de asombro, por las mismas fechas la ciudad de Lourdes, en el sur de Francia, sufrió también una gran inundación que la sumergió bajo 1,40 metros de agua, causando grandes daños, y la gruta del santuario fue evacuada.

Se explique en términos religioso-mitológicos o ecológicos, la tragedia de Uttarakhand supone un toque de atención —uno más— para que la humanidad comprenda que debe variar su rumbo. Un toque de atención que, mucho me temo, será tan ignorado como los anteriores…

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